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sábado, 19 de mayo de 2012

El cartero de Neruda

Mario Jiménez no quiere ser pescador y en Isla Negra, que no es isla y no es negra, hay pocas cosas más que hacer.  Estamos en Chile, en 1969 y tanto Neruda, ilustre habitante de la no-isla, como Salvador Allende son candidatos a la presidencia. Ardiente Paciencia más conocida como El cartero de Neruda, se alza sobre este telón de fondo: La rápida transición que va de la esperanza a la desolación, del ascenso a la caída del gobierno de Salvador Allende, primer marxista elegido democráticamente como jefe de estado. Desde la óptica de una pequeña aldea de pescadores,  se nos muestran estos años de convulsión política, de escasez, de dificultad.

La historia es de sobra conocida: Mario, nuestro joven,  acepta un puesto de trabajo como cartero, pero la abundante correspondencia que debe entregar tiene un solo y excepcional destinatario: el poeta Pablo Neruda. La relación entre ambos personajes, maestro y aprendiz, es un constante descubrir y descubrirse donde la imaginación y  la amistad son las únicas armas. Un Neruda casamentero, un cartero enamorado, una mesonera exuberante y una suegra malhumorada consiguen que no estemos hablando aquí de una novela seria, sesuda. A pesar de la historia y la política, a pesar de la poesía y la metáfora, El cartero de Neruda es una novela de lo cotidiano, divertida, tierna, absolutamente alejada de los graves discursos existenciales. Posee, además, un ingrediente añadido: un delicioso erotismo,  feliz concrección de deseo e instinto.

Mitad novela histórica, mitad novela erótica, mitad almanaque de versos, se recomienda vivamente leer esta novela en verano o en un día caluroso, a ser posible con otro ser humano cerca  y dispuestos a darle una oportunidad sensitiva a la poesía. Porque versos hay muchos, pero no deberían ahuyentar a nadie. Son los versos de Neruda: sugerentes, sensuales... no están ahí para ser entendidos, sino para ser saboreados, para abandonarse a las intuiciones que  proponen.

En el peor de los casos, siempre podrá el lector apelar al pragmatismo,  memorizar algún fragmento y sorprender a una reciente conquista o a un viejo amor. Se lo agradecerán, puedo asegurarlo.

     Fernán Caballero

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