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jueves, 31 de enero de 2013

De naranjito al abismo

Sísifo en el Averno de Franz von Stuck. Wikipedia.
Tengo 30 años. Dos trabajos que no suman las 20 horas a la semana. Vivo de alquiler. No tengo marido, ni pareja de hecho, ni, de hecho, pareja. No tengo hijos, ni enfermedades.
Tengo unos ahorrillos escasos (de lo que saqué este verano a base de vir, viri y rosa, rosae).  No tengo hipotecas, ni deudas, pero me sobran dudas e hipótesis.  Fui bautizada. Hice la comunión. Hasta me confirmé (una época difícil los 15).  Provengo de una familia al uso. Cuatro miembros. Una hermana en paro. Un padre asalariado. Una madre asalariada. Una casa. Dos coches. Uno grande, otro pequeño (adivinad quién usa qué y por qué). Me queda un abuelo. Cuando era pequeña íbamos a Santander a pasar las vacaciones de verano. Diez días aproximadamente. De apartamento, claro está. El primer coche que recuerdo es un Ford Fiesta amarillo. Me gusta pensar que en mi casa somos de Jamón Serrano, no de Jabugo.

Yo he ido a la universidad, mi hermana no. Recibí beca tres o cuatro años. Aún así, de aquella, el sueldo de mi madre servía, grosso modo,  para cubrir mi estancia en otra ciudad. En mi primera comunión unos tíos me regalaron una Super Nintendo. No creo permitirme grandes lujos, pero me da para vivir. Todos los meses compro libros, porros, algo de ropa. Todos los meses salgo de copas y, alguna tarde, ceno de tapas por ahí o almuerzo o compro una pizza o pido comida al chino. Lo de las cervezas es más de a la semana. Y lo del café en el bar de casi todos los días. Sin azúcar.
Tengo carné pero no tengo coche, ergo en verano voy en bici o andando y en invierno voy en autobús urbano. Bueno, no está tan mal, a veces me llevan.

Tengo un portátil, un e-book, un smartphone, un disco duro externo, dos pen-drives y dos facturas domiciliadas, la de internet y la del teléfono (voz y datos). Nunca he tenido un contrato laboral de más de 9 meses. Es decir, nunca he trabajado  durante más de 9 meses para la misma empresa. Y esos nueve meses fueron de prácticas, por lo que no cotizaron. Nunca he cobrado el paro, pero sí la prestación de los 420 euros. He trabajado de muchas cosas. Aunque fui castañera dos inviernos, me he dedicado sobre todo  al sector de la hostelería y al de la enseñanza.

He vivido en cuatro países  diferentes y trabajado en tres de ellos, sin contar España. La lengua materna la dedico a la sátira y a la crítica mordaz. Aparte, hablo dos idiomas con cierta gracia y un tercero lo suficientemente bien para tratar con soltura los temas que venían en la las lecciones 1 a 15 de mi libro, es decir, superficialmente.  Pero lo superficial está de moda, creo, dicen, no sé. No me gusta viajar, pero si me gustara, no podría hacerlo. Como bien. Quiero decir con esto que no soy mirada cuando voy al supermercado. Quiero decir con esto que si tuviera más dinero, creo que compraría y me gastaría lo mismo. Unos 120 euros al mes, más o menos. Como ya he dicho, soy single (perdón por insistir). Y dos o tres veces a la semana como en casa de mis padres. A veces, cuando voy por allí,  me proveo de conservas, de gambas, de productos de la huerta. Lo confieso. Y de buen vino tinto, si lo hay.

Tengo 30 años. Repito. De mis amigos de la infancia, un tercio trabaja, otro tercio está en el paro, dos están en el extranjero y el resto han muerto. No, es broma. Con el resto ya saben lo que pasa. La vida. De mis amigos de la universidad, un tercio trabaja, un tercio está en el paro, y el otro tercio hace doctorados, másteres, prácticas, cosas. No sé, la vida va muy rápido. Creo que entiendo el concepto de justicia, el concepto de error, el concepto de “es que eso es relativo  hija, niña, chica, colega, prima, moza, señorita, profe, usted, tú”. 

Creo que entiendo la pobreza (que no es un concepto) aunque nunca he sido pobre. Y creo que entiendo la riqueza aunque nunca haya sido rica (¡ojo al subjuntivo!). Escribo esto y quisiera vomitar. No, es broma otra vez. Escribo esto y quisiera darle una utilidad. Ser pragmática. Entender algo. Entender cuáles de las cosas que pienso son así porque me benefician a mí y cuáles son así porque nos benefician a todos (dejo de lado cierta tendencia a la autodestrucción). Entender. Entenderme a mí, a mi compañero de piso, a mis padres, a mi hermana, a mi abuelo, a mis jefes, a mis compañeros y compañeras de trabajo, de borracheras, de cama, de blog.  Entenderme y entenderlos lo necesario y lo justo (que no son la misma cosa). Pero todavía no sé qué orden seguir.


Neftalina

3 comentarios:

  1. Ánimo chica, la adolescencia es una fase de la vida que se acaba superando. Es algo que nos ha pasado a todas y a ti también te llegará, aunque sea más allá de los 30.
    No te conozco, pero por lo que leo y no resulta necesario hacerlo entre líneas, una buena forma de hacerlo es dejar de mirarse el ombligo y empezar a pensar que no eres el centro del universo: disfruta CON tu familia, CON tus amigos, CON la vida... y no únicamente DE todas ellas (¡ojo a la preposición!).

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    1. Por desgracia, justo antes de aprender que la vida no da vueltas a mi alrededor, vino aquello de cómo aprender a leer entre líneas. Debíamos estar haciendo manitas tú y yo aquella mañana.... Y luego está lo de que a veces, y digo solo a veces, uno pone un sujeto como quien cocina alubias verdes...por poner algo. Disfruto con, de, por y hasta contra...y me queda tiempo para ponerte al orden...mi querido lector....

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  2. Siempre hay un jodido sabio dando lecciones, son como parásitos o granos del culo.

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