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jueves, 12 de diciembre de 2013

Una carta a Mandela desde Palestina

Por Olga Rodríguez de ElDiario.es Zona Crítica

       “Sabemos muy bien que nuestra libertad será incompleta sin la libertad de los palestinos”
                                                            Nelson Mandela

Todos pretenden hacer de Mandela algo suyo, y eso de por sí simboliza el triunfo del activista sudafricano. Consiguió la legitimación de su lucha y de su nombre y por eso estos días estamos presenciando, entre divertidos e indignados, cómo mandatarios de todo el mundo se suman al coro de loas y alabanzas a Mandela.

Nadie ha querido quedarse fuera. Aquí en España, por ejemplo, el mismo gobierno que limita el derecho de los inmigrantes a la atención sanitaria y que defiende vallas con concertinas ha elogiado ‘las ansias enormes de libertad’ de Mandela.

En los Centros de Internamiento para Extranjeros de España hay arrestadas personas con ‘ansias de libertad’ que huyen de su país por razones políticas y cuya única falta es no tener papeles. En las bocas de metro hay policías que interrogan e identifican a las personas en función de sus rasgos raciales. Pero viva Mandela y blablabla.

En algunos medios nacionales y extranjeros se ha dicho que Mandela “ponía la otra mejilla”, que fue un pacifista como Ghandi, y otras muchas incorrecciones propias del revisionismo que se está aplicando sobre la figura del Premio Nobel de la Paz sudafricano.

Mandela, el mismo que estuvo en la lista de terroristas de Estados Unidos hasta 2008, el que apostó por la violencia “no como fin sino como estrategia”, “porque la vía pacífica no daba resultados”, el que recibió entrenamiento militar en Argelia o Etiopía, el que en 1985 rechazó renunciar a la violencia a cambio de salir de la prisión, se convierte ahora en una figura distorsionada por algunos.

El Premio Nobel de la Paz sudafricano defendió la reconciliación, y eso fue parte de su enorme inteligencia. Lo hizo cuando sus enemigos ya estaban aislados y derrotados gracias, entre otras cosas, a la lucha de Mandela y su gente y al boicot internacional.

Solo entonces, con el sistema de segregación dando sus últimos coletazos, y desde una situación de ventaja moral reconocida prácticamente en todo el mundo, Mandela optó por la reconciliación. Lo hizo sin voluntad de venganza, pero con una Comisión de la Verdad que ofreció reparación y memoria, algo que ha faltado en la transición española.


Una carta a Mandela desde Palestina

“Desde la celda de mi prisión nuestra libertad parece posible porque ustedes alcanzaron la suya”, ha escrito, en memoria de Mandela, el activista palestino Marwan Barghouti, encarcelado por Israel en 2002 y considerado por algunos como una de los potenciales líderes del pueblo palestino.

 “Su país se ha convertido en un faro y nosotros, como palestinos, estamos desplegando las velas para llegar a sus costas”, ha añadido.

¿Habrá en el lado israelí alguien capaz de asumir el rol que desempeñó el presidente sudafricano de Klerk, que reconoció haber experimentado “un proceso de introspección, de arrepentimiento, de reconocimiento de políticas fallidas y de la injusticia que trajeron consigo”?

¿Qué papel estarían dispuestos a desempeñar Europa o Estados Unidos, que al igual que en su día apoyaron a la  Sudáfrica del apartheid, hasta ahora no han dado la espalda a Israel?
 



Darle la vuelta a lo hegemónico

Mandela pasó de terrorista a héroe. Eso fue parte de su triunfo. Logró darle la vuelta al discurso hegemónico. Lo que en los años 70 era políticamente incorrecto -simpatizar públicamente con la lucha contra el apartheid- fue transformado en pensamiento dominante. Mandela puso al mundo de su lado, cuando lo había tenido en contra.

¿Qué demuestra todo esto? Que la historia la escriben los vencedores. Que de vez en cuando ganan los buenos, aunque solo sea muy de vez en cuando. Que lamentablemente demasiado a menudo una lucha justa solo obtiene legitimación pública cuando triunfa.

Que debemos preguntarnos cuántos Mandelas se quedaron en el camino, olvidados por no haber ganado, enterrados en las páginas no escritas de nuestra historia.

Y que mientras hablamos de lo terrible que era el régimen del apartheid de Sudáfrica, atreviéndonos a criticarlo porque hacerlo forma parte ya del discurso hegemónico, hay otras discriminaciones sistematizadas, otras segregaciones, y todo un pueblo, el palestino, sufriendo un claro apartheid ahora mismo, en estos instantes, en tiempo real.


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