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domingo, 26 de julio de 2015

El trabajo más sumergido

Por Venecio Almirante


Muchos desconfiamos del discurso del humanismo. Ya lo hizo Franz Fanon al afirmar "el negro" (debió haber dicho  también la negra  pero no lo hizo) "no es un hombre". 

Obviamente no se refería al  género sino al concepto de humanidad como algo que entró en crisis antes de Foucault y las post-feministas. 
El acceso a la ciudadanía no se hace nunca en igualdad de condiciones ni estas desigualdades se viven de la misma forma. Vamos, que eso de "todos somos personas", para los posters. 
Entre otros, los grandes perdedores en las batallas de los derechos civiles del siglo pasado (las mujeres e incluso el colectivo LGTB o multirracial hicieron limitadas conquistas pero las hicieron) han sido los y las enfermos mentales. Los grupos de psicología crítica son muy reducidos y han sido desautorizados porque ya desde el mismo núcleo en el que sobreviven los enfermos mentales (la familia) se ven objeto de posiciones muy delicadas. 

Que la asistencia sanitaria en este país nunca ha sido maravillosa -y ahora menos- no es ningún secreto. Pero los abusos psiquiátricos entran en una órbita en la que está permitida la ofensa y hasta la violencia, ya que determinados diagnósticos crean categorías de personas que no son tan personas como otras. Siempre es por tu bien.  Esto nos lleva al tema del oportunismo de las instituciones y los poderes públicos (o peor aún privados) con respecto a la atención a personas con cualquier tipo de discapacidad. 

A la explotación laboral se le llama por el terrible eufemismo de inserción laboral y que consiste en caer en las redes eternas de trabajar gratis para conseguir muy poco. No nos engañemos, pocos esperan mucho de los enfermos mentales en estos tiempos y por estos lares. Pero al mismo tiempo el deterioro de las condiciones de vida en éste y otros estados europeos ha llevado a un crecimiento exponencial de gente con problemas psicológicos y además mal atendida o, simplemente, no atendida. 

El Partido Popular ha hecho una reforma para criminalizar determinados tipos de trastornos, o sea que la enfermedad mental puede, según dónde y cuándo, dejar de ser un eximente para ser un agravante. Esto, claro está, no está aprobado pero está entre sus proyectos más temibles como el volver a echar para atrás los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y ¿minorías sexuales? 
Muchas veces al no marcar la casilla de la Iglesia estamos marcando la de un montón de asociaciones que todavía dependen mucho de la iglesia, más en la Castilla profunda. Atravesados por mentalidades paternalistas, los enfermos mentales de Burgos tienen suerte si pueden trascender la categoría decimonónica de "tonto del pueblo". 

Si uno es un marica en Madrid tiene un sentido, si es un gay en Burgos se puede dar por satisfecho.  Con el concepto de discapacidad o la todavía patologizable transexualidad la cosa empeora. 
Por supuesto hay muchos tipos de discapacidades y enfermedades mentales. El mismo concepto de enfermedad mental precede al enfermo. Pero esa es otra historia. El caso es que a la hora de buscar un trabajo encuentran una (al menos hasta hace poco) cierta facilidad si se trata de trabajos ínfimos y pagados, en el mejor de los casos,  a mitad de suelto que los "capacitados". 
No vamos a entrar en detalles clínicos pero sí en algunos relativos al sueldo y las condiciones de trabajo que uno se encuentra en fábricas o empresas que luego se llevan lucrativas medallas por su labor humanitaria. De nuevo lo humano es un concepto a negociar. 
Así, trabajar todos los días de la semana más un sábado sí y otro no y cobrar como mucho el salario mínimo es la oportunidad que ofrecen a las personas con discapacidad las asociaciones premiadas por dar mano de obra barata a las empresas. 
En estos tiempos poca gente se atreve a quejarse cuando bajan los sueldos y los millones están depositados  en paraísos fiscales. 
No tiene nada de paradisiaco el ambiente donde se trabaja, no solo en LÓreal-Aspanias donde, al fin y al cabo, acabas malcobrando un sueldo sino en asociaciones por todas conocidos (como Prosame, Apace, Fundación Lesmes etc) donde se puede llegar, en algunos casos, a no cobrar absolutamente nada por hacer un trabajo completo y hasta complejo para una empresa con nombres y apellidos y, por supuesto, grandes beneficiarios que, en ocasiones, ni siquiera están en Burgos. 

Y como en los viejos manicomios se junta todo tipo de "maladies" (incluyendo el dolor de espalda junto a la esquizofrenia, la diversidad funcional o los miles de patologías nuevas que se han creado bajo la etiqueta de trastornos) para una misma labor que puede consistir en hacer cables para frenos a cambio de nada o en meter botes y tapones de champú o desodorante a velocidades de fábrica decimonónica bajo los gritos de gente que (dada tu condición) te trata como a niños díscolos. Es aquí donde entra la deshumanización del enfermo mental como persona a la que se ayuda pero también se explota y se considera que mentalmente es bastante manipulable. Esto lleva a un descontento que se aplaca cuando las familias están hasta agradecidas de que sus bichos raros tengan la mañana y parte de la tarde ocupadas. Pronto pagarán para que vayan o puedan ir a engordar las filas de las  fábricas de desodorantes. 

Un certificado de discapacidad te puede abrir las puertas para un trabajo pero conlleva una condena. Es como si a falta de empleo los condenados hicieran cola para ir a galeras, exagerando la nota. Uno se da cuenta de que los únicos enfermos peligrosos están en el poder o camino de él (con "la crisis" crece el oportunismo y la insolidaridad). 


Con esta estafa bancaria crecen estos enfermos, pero para quitarle la pelota a la explotación capitalista hay que confiar en los médicos. Ellos dirán: eso es genético, cada vez tenemos más claro que es genético. Lo cronificarán con medicación, así tendrán una raza genética de robots que son recluidos cuando les aprietan demasiado las tuercas y se atreven a gritar en la cinta transportadora.  Lo malo del Hospital de Burgos - aparte de su carácter laberíntico y ostentoso- es que no se puede fumar y que hay cámaras de vídeo en las habitaciones de los enfermos mentales, pero dicen que se come de miedo. Así que el que se queja, como yo,  es porque quiere o porque no tiene cura.

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