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jueves, 3 de septiembre de 2015

Entrevista a Gustavo Pecoraro, periodista y escritor argentino

Por Eduardo Nabal

Autor de "PALABRA Y PLUMA" (Editorial La Mariposa y La Iguana) 


Gustavo Pecoraro (Mar del Plata, 1965) es periodista, poeta, escritor y activista gay independiente. En enero pasado presentó en Madrid su colección de crónicas. "Palabra y pluma - textos políticos y otras mariconadas". Gustavo es militante en Argentina desde el programa de radio El Vahído de FM La Tribu y desde muchos otros ámbitos periodísticos como el Suplemento SOY de Página/12. También escribe sobre la realidad cambiante en que nos encontramos.

“El papa Bergoglio fue colaborador de la dictadura, es misógino como todo cura y llamó a la guerra Santa contra el Matrimonio Igualitario.”


-Hola Gustavo. Acabas de presentar en Madrid “Palabra y pluma - textos políticos y otras mariconadas”. Es, entre otras cosas, una recopilación de artículos y entrevistas que reflejan tu posición de compromiso en medios como el periódico Página/12, el programa radial El Vahído así como tu lucha por la causa LGTB y la visibilidad. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Y la acogida en estos malos tiempos para sacar un libro en este país?  

Gustavo Pecoraro: Todo emprendimiento editorial independiente cuesta mucho. Mi intención con el libro era alejarlo de los espacios comerciales de difusión, no me gustan las grandes cadenas de librerías que parecen shoppings. Con esas premisas elegí esta editorial (La mariposa y la iguana) que me garantizaba esa independencia necesaria y una distribución en casi toda Argentina. Luego llegó al estado español gracias a los contactos y las amistades que forjé en los diez años que viví allí, y va a Chile, Uruguay y Perú en los próximos días. La selección de los textos así como la escrituras de los colaboradores que presentan los diferentes capítulos, y la edición nos llevó seis arduos meses. Pero el resultado me hace muy feliz. Estoy recorriendo el país haciendo presentaciones, que es una de las cosas que más placer me trae.

-Hoy día libros como el tuyo suscitan mucho más interés porque los ensayos académicos siempre tienen algunas limitaciones empezando por el lenguaje empleado. También la variedad de temas y el desparpajo aparente con los que los tocas lo hace atractivo. Pero ¿has desechado cosas que te hubiera gustado incluir? ¿Por ejemplo hubieras hablado del significado de la muerte de Pedro Lemebel? Y sobre México y los asesinatos políticos, ¿qué puedes decirnos que no sepamos?

Gustavo P: Interesante tu reflexión porque casualmente yo no tengo mucho que ver con la academia, por no decir nada. Mi lenguaje es social, alternativo si se quiere. Soy maricón, antes que varón, antes que varón cis, antes que gay u homosexual, antes que queer, y sí, lo que escribo también son mariconadas. La reivindicación de “lo marica” atraviesa el libro como ya lo hacía el anterior en clave de poesía, y seguramente lo hará también el próximo. Tuve que hacer una selección muy apretada porque el libro se fue de tamaño varias veces (tiene 300 páginas) que para este tipo de ediciones era un problema. Deseché sobre todo algunos de los casi 200 editoriales que desde hace 5 años desgrano en mi programa radial El Vahído, creo que fue la tarea más dura ya que es mi voz, mi ideología y mi pensamiento lo que salen en esas editoriales. Pero dejé una muestra muy simbólica de mis posturas en contra o a favor de muchas cosas.

-Hablando de Lemebel, el escritor chileno denunció la homofobia persistente en un sector de la izquierda. Esto es un verdadero problema porque causa divisiones y malentendidos pero también una realidad histórica que han sufrido las feministas y las personas LGTB en partidos y sindicatos. ¿Crees que ha evolucionado mucho desde "Hablo por mi diferencia"?


G.P: Vivimos bajo el capitalismo y bajo el patriarcado y la izquierda también, aunque a veces parezcan de otro planeta. Y digo a veces, porque a pesar de lo crítico que soy con la izquierda, tengo ilusión en la izquierda. Cualquier activista LGTBI tendría que sentirse de izquierda, y la izquierda debería abrirse  a los nuevos tiempos y realidades.

El problema de este “doloroso amor” entre los movimientos sociales (en este caso hablo del colectivo LGTBI) y la izquierda, es que la izquierda siempre nos ha mirado con desprecio. O éramos “débiles”, o éramos “la decadencia burguesa”. O Castro no nos quería por “peluqueras”, o nos mandaban a los UMAPS. La creencia del “hombre nuevo” y su consiguiente “fortaleza” por la mayoría de la izquierda mundial en los años 60 y 70 colocó a las reivindicaciones LGTBI en un plano menor dentro de sus reivindicaciones, o en muchos casos en la más absoluta negación o desprecio.

Hace ya bastante que se viene articulando mejores experiencias, pero hasta que la izquierda no deje de ser una especie de “reserva moral” de lo social, las luchas de nuestro colectivo serán ninguneadas ante un clamor sindical o un paro.

Reitero, tengo ilusión en la izquierda, pero para confiar en ella aún debe demostrarme que mi lucha es también primordial para ella.

Lemebel fue una voz solitaria (o casi) en esta denuncia. Contó en Chile con un PC que luchó contra Pinochet. En Argentina el Partido Comunista apoyó a la dictadura de Videla (al igual que Rusia).

Ese “doloroso amor” aún no copula y mucho menos acaba.


D.P: Hay muchos personajes más familiares allí que aquí, otros son universalmente conocidos, escritores, realizadores. Tu conociste La Radical Gay. ¿Qué entrevista te costó conseguir más y cuál fue mejor acogida? ¿Crees que el Madrid de hoy ha cambiado mucho, o no tanto como parece?

G. P: Como te comenté, viví una década en Madrid y me relacioné con distintos grupos LGBTI del Estado Español. Yo también tenía mis deseos de ciertas entrevistas. Creo que en cada viaje que hago a Madrid a visitar amigos retorno con el grabador listo para seguir entrevistando personas que me nutren o a las que quiero interpelar. Las de mayor satisfacción son las entrevistas que rescaté de mi trabajo comunicacional en los 80-90, personas que en muchos casos ya han fallecido pero que fueron fundamentales para algo así como los cimientos culturales y sociales de la comunidad LGTBI de la Argentina: Cris Miró (la primera travesti pública y popular del país), Batato Barea (performer de extraordinario símbolo de la cultura de vanguardia y la resistencia en los 80), Américo Ortiz de Zarate (director de “Otra historia de amor” película pionera en tratar la temática gay adecuadamente), etc. También voces que interpelé en un discurso y con los años fueron deviniendo en otro. Y de la actualidad es muy difícil elegir porque hay entrevistas a muchas personalidades trans y travestis de la Argentina que me enorgullecen como Vida Morant, Lohana Berkins, Marlene Wayar, Susy Shock, u otras referencialidades como el burgalés Javier Sáez del Álamo, que es todo un lujo.

-“Palabra y pluma” tiene un calado político y una inmediatez desde el periodismo activo del que carecen otras recopilaciones de artículos publicados en castellano. En Europa vivimos momentos en los que no hay que tener pelos en la lengua, a pesar de que en España se acaba de aprobar la Ley Mordaza que impide registrar o grabar actuaciones policiales, entre otras cosas. ¿Cuál es el momento sociopolítico allí en Argentina? ¿Como ves la Europa de la Troika y el futuro de los disidentes?

G. P: Argentina está en un momento bisagra. O vamos a la derechización política con algún gobierno tipo el PP de acá, o vamos a la resistencia. Soy bastante pesimista en cuál será el futuro: veo más cercanos a los “peperos” que a alguna fórmula progresista. Y para ser consecuente cada vez que tengo un micrófono o un canal de mi comunicación a mi alcance, planteo que hay que prepararse para resistir. Que no nos cojan desprevenidos. Acá es claro que la Iglesia y los sectores conservadores han puesto pata en el gobierno de Cristina Kirchner (que fue la que promulgó la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género en una articulación inédita y aplaudible con el colectivo LGBTI que viene luchando hace casi 50 años) pero que ahora titubea, negocia con el Vaticano, no muestra claramente sus cartas a jugar, y lo que vemos que en el partido del gobierno aparecen candidatos conservadores como el gobernador Daniel Scioli u otros similares, y se alejan los que podríamos -amablemente- definir como la sucesión del proyecto kirchnerista del 2010 al 2012 donde el colectivo LGTBI tuvo su Edén (por darle una definición más o menos graciosa). Tampoco estamos inmersos en unos “Relatos Salvajes”. Sí en una sociedad que se descompone en creencia y donde el escepticismo crece y el chaqueteo están a la orden del día. ¿Cómo vamos a esperar que la sociedad se sienta optimista si cada día vemos en todos los espacios políticos ruptura, peleas, conflictos, luchas internas tremendas y lo más bajo de la más bajo de la política encarnada en los grandes políticos, diputados, gobernadores y fauna de todo tipo? 


Una de las cosas más tremendas que vive la Argentina es la poca capacidad de autocrítica que tenemos como sociedad, incluso en las cosas más pequeñas como la ayuda solidaria, y la decadencia de muchos sectores políticos que se construyen desde un lugar partidaria y que se pasan al otro bando luego de haberse fortalecido en otra. Me da mucho asco esa clase de política. Pero también, para hablar de la otra cara: hay espacios alternativos, nuevas corrientes políticas no-partidarias, lugares de encuentro, espacios culturales y otros, que discuten futuro. Y eso es muy alentador. Hay una juventud entusiasta y que quiere hacer las cosas bien, o al menos no hacerlas como las hicieron todos los que no son ejemplo para nadie. En esa juventud pongo mi esperanza de futuro, y confío.

-Hablas del "matrimonio igualitario". Algo que se consiguió hace unos años en España y que ha garantizado ciertos avances y visibilidad. También ha suscitado, en algunos sectores, una parálisis política cuando algunos pensaron “ya hemos conseguido lo fundamental” o, peor aún, “Ya somos iguales”.


G.P: Considero al matrimonio igualitario una conquista muy buena del colectivo LGTBI, sobre todo por cómo se consiguió que fue luchando duramente y públicamente contra la Iglesia de Bergoglio (que hoy se olvida que nos declaró la guerra) y la derecha política. Pero no la considero la mejor conquista de nuestro colectivo, ni mucho menos. Me parece algo más, que está ahí. Es nada más y nada menos que hay un derecho que no teníamos y que nos ubicaba como ciudadanos de segunda. Pero como todo derecho, el utilizarlo a no, es cosa de casa uno. Igual que votar, por ejemplo. ¡Y mira que es importante votar! No creo en el matrimonio igualitario para regular mi vida sexo-afectiva ni amorosa-legal, pero debo reconocer que sí solucionó y dotó de ilusión a muchas parejas del mismo sexo. Por eso mismo, lo aplaudo. Por eso mismo, aunque parezca contradictorio, digo sigamos pensándonos como diferentes, como disidentes, y no nos quedemos normalizados ni diluidos en una igualdad con los heterosexuales, que nos borre como seres diferentes con identidad y orientación diferentes y que nuestra sola existencia, nuestro sólo ser, sirva para enfrentar las normas de patriarcado, que para no hacerlo tan queer, son varón y mujer, celeste y rosa, mama plancha papa trabaja, mama cría hijos para fuma en pipa. Somos diferentes, tenemos formas de relacionarnos diferentes, y debemos discutir –una vez que tengamos todos los derechos- qué somos, hacia dónde vamos, y cómo nos construimos.


Ahora se ha dado en la Argentina (y creo que en muchas partes del mundo) una especie de personas LGTBI vueltos al rebaño del Pastor Francisco ¡qué horror! La Iglesia es nuestra máxima enemiga, la que nos condenó, condena y condenará maquillada por los propios putos, las lesbianas y las trans para que creamos que Bergoglio dejó de ser Bergoglio y es ahora Francisco. Mucho ojo con las normalizaciones que nos impone desde dentro del colectivo con la anuencia de los enemigos de afuera.

-Tu nuevo libro es un espejo de una transformación social, la voz de un espectador privilegiado. ¿Pretendes dar herramientas nuevas o no tan nuevas para que tengan una utilidad y un compromiso sociales más allá de la crónica?


G.P: Pretendo abrir canales de diálogos desde mis posiciones –claro- sobre todo con el nuevo activismo de jóvenes gays, lesbianas, bisexuales y trans.
Las herramientas nuevas no existen, lo que hay que hacer es leer, estudiar, escribir, pensar, dudar, y dejar de creer que hay discursos puros a los que debemos rendir obsecuencia.Duden, es lo mejor que le puede pasar a la juventud. 
Dudar, repensarse y generar nuevos argumentos, nuevas organizaciones, nuevas propuestas políticas, nuevos caminos. Es el tiempo para que la Juventud dé un paso al frente y se saque de encima a las dinosaurias y los dinosaurios del colectivo LGTBI. Incluso a mí (risas).

-Tú conoces algunas formas nuevas de hacer política en todo el mundo nacidas a raíz de la lucha contra el VIH o al amparo de la llamada “teoría queer”. Tu libro intenta no obstante llegar a un público amplio y ser variado, dentro del rigor. ¿Te interesa el contacto con lo que se hace fuera?

G.P: Todos los días leo los periódicos más importantes de la Argentina, también El Mundo, Público, y muchas revistas y artículos que me llegan desde España. Leo a autores y autoras que sé que escribirán cosas que me ayudarán a pensar, leo a periodistas que me complementan, que me ayudan a crear mis ideas. Y escribo mucho. Constantemente estoy siendo como una especie de alquimista de mi propio pensamiento, incluso con los textos con los que –a priori- no coincida. Es vital para mí ver lo que pasa en todos lados, a veces me pierdo de cosas por los idiomas diferentes en que están escritos, pero siempre hay un alma buena que lo traduce. Vuelvo a mi obsesión con la juventud, si se dieran cuenta de lo importante que es leer y crear idea, y no sólo escuchar y repetir, cambiarían mucho más las cosas. Pero parece que hay un cómodo acostumbramiento a repetir lo que repite el otro, sin ningún tipo de actitud crítica o al menos de reflexión, algo que me aterra.

-Hablas del Papa Argentino que tenemos ahora. ¿La gente progresista en general, y el movimiento LGTB en particular, hace tiempo que negó todo tipo de credibilidad a la Iglesia Católica como institución o allá es algo matizable?

G.P: Como todo, el marketing ha hecho de las suyas. Bergoglio, cómplice de la dictadura, llamó a una guerra de Dios cuando el matrimonio igualitario, misógino como todo cura, protector de la pederastia en los más altos niveles de la jerarquía católica, ahora parece un señor noble, bienintencionado, preocupado por todas sus ovejitas. Para describir esto nada mejor que un argentinismo: “Algunos “putos” se mastican cualquier cosa… (risas)”


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