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miércoles, 12 de febrero de 2014

Gamonal: Del General Yagüe a la mafia del ladrillo

Capitanía General de Burgos
Por Alberto San Martín
Durante las décadas de los años 40 y 50, Burgos es una ciudad con escaso peso industrial, de carácter muy agrícola y con una fuerte herencia militar desde 1938, año en que Burgos es nombrada Capital de la Cruzada en plena Guerra Civil.  Finalizada la contienda y trasladada la capitalidad a Madrid, en Burgos queda aún una grandísima población reclusa de carácter político. 

Cientos de sus familias se desplazarán a Burgos desde muchos rincones del Estado español para estar cerca de sus familiares presos. Mujeres e hijas de los prisioneros trabajarán como criadas del hogar en casas de oficiales militares y en casas de los cuadros de mando políticos y económicos de la dictadura franquista. 
Son los años en que el general Yagüe ocupa la Capitanía General de Burgos (1943-1952). El tan extendido dicho de que Burgos era una ciudad de curas y militares es cierto sólo a medias, también lo era de familiares de presas y presos republicanos, de cientos de exiliados internos y de innumerables fosas comunes bajo nuestros pies.


¿Cómo diseñaron el espacio urbano en Burgos los vencedores? 
En el Plan de Urbanización de Burgos, redactado por Paz Maroto (1943), se refleja un diseño urbanístico donde la presencia militar juega un papel destacado en el trazado urbano. Se construirían nuevas instalaciones militares siempre, cómo no, con la participación del Ayuntamiento de Burgos ya que muchos de esos edificios castrenses se levantaron sobre terreno municipal.  Aquel plan de urbanización preveía una gran zona militar entre la ciudad y el término de Gamonal. El objetivo era ocupar, llenar el espacio existente entre los apenas tres kilómetros que separan el centro de la ciudad del pueblo de Gamonal. Cualquier persona nacida en los años cincuenta podrá recordar cómo la calle Vitoria se encontraba jalonada de edificios militares, algunos de ellos aun hoy en pie. Unos ya existían entonces, como los Cuarteles de Caballería o la Barriada Militar. Y otros de nueva planta como el Gobierno Militar, la Academia de Ingenieros, la Residencia de Oficiales, la Deportiva Militar, el acuartelamiento Dos de Mayo (frente a las piscinas descubiertas del Plantío) o los conocidos como Chalets de Aviación entre otros. Sí, Chalets para oficiales de aviación. Más allá de Gamonal aun se conservaba el aeródromo militar además del Parque de Intendencia.


Aquellos Chalets fueron quedando con el tiempo rodeados de edificios en el Barrio de Gamonal, absorbidos de la noche a la mañana por aquella vertiginosa transformación del pueblo de Gamonal en Barrio a partir del año 65. Sin duda aquellas dos expresiones arquitectónicas chocaban y eran resultado de dos concepciones bien distintas. Una, con fuerte huella militar, la del Plan redactado por Paz Maroto (1943), bajo la atenta mirada e influencia del Capitán General Yagüe. Y otra, que más tarde se implantaría en Gamonal a partir de la creación del Polo de Desarrollo Industrial en 1960, de marcado carácter especulativo forjado entorno al nuevo poder tecnocrático franquista. 


La década de los 50, pues, supone un transito, un gozne, entre un modelo de planificación urbana aun dependiente de intereses militares y el nuevo capitalista especulativo nacido al calor del desarrollo industrial de los años 60, y que tendrá como paradigma el caos constructivo del Barrio de Gamonal.

Esta orgía del ladrillo tiene un punto de inflexión importante en 1992 cuando la Audiencia de Burgos sentenció que el constructor Mendez Pozo había recibido un ilegal trato de favor por parte del Ayuntamiento y condenó no sólo al constructor y al alcalde sino también a tres concejales. Hecho insólito en este Estado donde aun costaba someter la actuación de responsables públicos a controles jurídicos, máxime cuando éstos venían de las filas del Movimiento en los años 60 y 70.

El ejercito español mantenía hasta hace pocos años algo más de dos millones y medio de metros cuadrados de instalaciones, muchas de ellas a lo largo, como ya hemos dicho, del corredor de la calle Vitoria. Progresivamente y de acuerdo a nuevos criterios de “modernización” el Ministerio de Defensa, desde 1995, decide ir vendiendo buena parte de esos terrenos al Ayuntamiento de Burgos con la condición de que fueran destinados a viviendas de protección oficial.


El resultado final ya lo conocen: recalificación y venta de esos terrenos al mejor postor, ofreciendo suculentos beneficios a la mafia del ladrillo. Y debo recordar que esos terrenos en origen fueron cedidos o aportados por el Ayuntamiento de Burgos al ejercito en tiempos de la Capitanía del General Yagüe en un contexto de miseria generalizada de la población burgalesa que contrastaba obscenamente con el tren de vida de la oligarquía local en los duros años de posguerra.  Con esto se evidencia el poder del General Yagüe en los años 40 que con su presión obtiene terrenos públicos para instalaciones militares y que décadas después pasan a manos de intereses y negocios privados. 

 Mientras, el problema de la vivienda sigue siendo un quiste para las exiguas economías familiares burgalesas que tienen que comprar su casa en uno de los mercados inmobiliarios más caros del Estado Español junto con Madrid, Barcelona o San Sebastián.

Aquellos chalets de los que hablaba, una vez abandonados por el ejército, fueron ocupados por jóvenes en 1996 siendo escenario de una de las tantas experiencias de autogestión y ocupación desarrolladas en Burgos por diversos colectivos y organizaciones antifascistas. 

Se visibilizaba ya una actitud en el Barrio de denuncia de la falta de espacios públicos y dotaciones y también de las dificultades de accesibilidad a la vivienda por los jóvenes de entonces. “La Okupa de los Chalets de Aviación” albergó en las Fiestas de San Pedro de 1996 las jornadas que llevaban por título “5 Años de Ocupación y Resistencia” (en el 91 se ocupaba la casa de la Llana de Afuera) organizadas por la Asamblea Ocupa de Burgos. Aquella noche los jardines de la Ocupa de Aviación rebosaban de gente viendo al grupo Def Con Dos.


Ese mismo año se ocupaba otro espacio abandonado, las dependencias de la fábrica de leche CELEBUSA, también en el corazón de Gamonal, en el actual parque Félix Rodríguez de la Fuente. Aquel verano en la Ocupa de CELEBUSA se hacía cola para ver a Reincidentes y Andanada 7.
La creación del Polo de Desarrollo Industrial en los primeros años 60 abre la puerta de par en par a iniciativas especulativas y a la búsqueda de rentabilidad inmediata para muchos constructores y políticos. ¡Hagan negocio señores! Era la consigna.  El reparto del suelo en Gamonal se hizo atendiendo a conveniencias particulares. Cualquier intento de planificación representaba un estorbo para los que se frotaban las manos esperando las altas plusvalías de las ventas de las casas nido de los altos bloques que se erigían de forma desordenada y abigarrada a lo largo y ancho del joven barrio de Gamonal.

En resumidas cuentas, desde el responsable de la Matanza de Badajoz en el 36 Juan Yagüe, hasta los alcaldes de Burgos en tiempo de democracia (desde José María Peña hasta Javier Lacalle) el funcionamiento de la administración pública local está sujeto a una suerte de influencias personales, clientelas e intereses económicos que permiten el relevo de la corrupción a lo largo de los años. 
Ello queda muy bien expresado en el caso de la construcción en Burgos. Argumentos sobran para decir a los defensores del modelo de Transición que lo que hubo realmente a lo largo de los años 70 y 80 fue un continuum en lo que a corrupción se refiere. Pero también de represión hacia los movimientos que cuestionaran aquellas prácticas.

En Gamonal se lleva mucho tiempo sufriendo estos abusos, pero también tomando conciencia de que otro mundo es posible. El pueblo organizado paró el Bulevar pese a quien le pese. Hay una historia detrás. Aunque muchos tertulianos y periodistas al servicio de esos viles intereses sigan criminalizando a un pueblo que se empodera.

El Burgos de los señoritos está tocando fondo.



viernes, 28 de octubre de 2011

Propuestas de solución para la Deportiva Militar (VI)

Durante varias semanas y a través de sucesivos artículos hemos ido tratando en Burgosdijital la problemática que supone la persistencia en su carácter y estado actual del complejo que conforma la Deportiva Militar para la ciudad de Burgos.

Para ello hemos tratado de acercarnos inicialmente al origen de estas instalaciones que nacen dentro de la voluntad (fascista) de la época de dotar a la Capitanía General de la VI Región militar de una serie de equipamientos de formación, acuartelamiento y, en el caso concreto de la Deportiva Militar, de un lugar para la confraternización y el esparcimiento del estamento militar. Encuadrado todo ello, mientras, en un contexto de carestía generalizada emanada del desgaste ocasionado por la fratricida contienda que había sumido al país hasta hacía pocos años antes.

Desde esos controvertidos orígenes, con un carácter castrense y emplazada entonces en una ubicación periférica de la ciudad, no hemos tenido por menos que aproximarnos al carácter singular que adquiere la Deportiva Militar en la actualidad; muy diferente a la de otros centros de naturaleza similar existentes por todo el país, tanto por su ubicación, dimensiones y modelo de gestión.

Hoy en día la Deportiva Militar se encuentra plenamente absorbida (junto con otras instalaciones militares aún existentes) por el crecimiento urbanístico experimentado por la ciudad en las últimas décadas, suponiendo con ello un obstáculo al desarrollo y comunicación principalmente de los barrios de Gamonal y Capiscol.

De la misma forma y en base a sus particulares criterios de admisión y utilización, las instalaciones que conforman la Deportiva Militar suponen un agravio y una distorsión en la utilización de un espacio de titularidad pública, así como un inadmisible desaprovechamiento de un inmenso espacio dotacional (13 ha.) muy necesario en pleno corazón del barrio más populoso de la ciudad.

Esta es la razón por la que desde Burgosdijital hemos creído necesario recuperar de nuevo la atención sobre este asunto que otros en su momento, como Luis Castro desde su calidad entonces de concejal en el Ayuntamiento, ya plantearon infructuosamente.

Son muchas las soluciones que pueden plantarse con el fin de solventar la controversia y la problemática real que supone la persistencia inalterable de este enorme complejo lúdico-deportivo, de uso privativo, ubicado en plena ciudad. Creemos que este asunto no sólo debería de haber sido ya seriamente planteado, sino que tendría que haberse incluso definitivamente resuelto por las administraciones implicadas, con la normalidad propia que se debe de exigir a las tareas de planificación responsable y ordenada de los espacios urbanos.

Así pues desde aquí apostamos por una serie de medidas mínimas e imprescindibles que permitan poner en valor “social” estos terrenos de titularidad pública escasamente aprovechados y que a su vez permitirían mejorar el tránsito y la comunicación de los barrios de Gamonal y Capiscol con el resto de la ciudad; en ese sentido proponemos:

- Habilitar un paso (no rodado) como prolongación de C/ San Bruno que permita la conexión del barrio de Gamonal con las instalaciones municipales de El Plantío y Fuentes Blancas.

- Desaparición de las caballerizas que permitan una “digna” comunicación del barrio de Capiscol con el centro de la ciudad a través de la adecuada prolongación de la C/ Villafranca.

- Cambio de titularidad de los terrenos situados en el sector más oriental del complejo de la Deportiva Militar en los que se ubican entre otros: el molino, pista de atletismo, picadero, caballerizas y campo de fútbol.

- Cambio de titularidad de la ribera del cauce molinar que linda con la C/ Infantería para su conversión en parque público, de los que tanto adolece el barrio de Gamonal.

- Eliminación en su totalidad de las barreras arquitectónicas existentes (muros y tapias) y sustitución por tipos de cerramiento menos agresivos.




Mediante la aplicación de estas medidas (entendemos nada pretenciosas y perfectamente razonables) se conseguiría una mejor configuración de la trama urbana, solucionándose los problemas de comunicación de estos dos importantes barrios con otras zonas de la ciudad. Además debemos de tener en cuenta que el mantenimiento de las caballerizas supone de por sí una "vulneración" de la normativa sanitaria en la materia que impide el alojamiento en suelo urbano de este tipo de establecimientos, por lo cual su desaparición debería de materializarse independientemente de que se pudiesen o no llevar a la práctica estas medidas que aquí proponemos.

Asímismo y mediante la obtención municipal de la propiedad del terreno señalado (bien mediante compra y/o permuta) se lograría dotar a estos populosos barrios de nuevos espacios de esparcimiento y de uso deportivo de los que tanto carecen actualmente, pudiéndose aprovechar, tal y como ya existen, la pista de atletismo y un campo de futbol.

Como ya indicábamos en artículos anteriores resulta inadmisible que se mantenga para unas instalaciones lúdico-deportivas un cerramiento (de casi 2 Km.) de tipología "apartheid" mediante muros de 4 metros, alambres, espinos y cristales rotos que no resultarían permisibles por parte de los técnicos municipales para cualquier otra instalación cuyo propietario no fuese el del gremio de la guerra. Así pues y a este respecto apostamos por la sustitución de los cerramientos actuales por tipos menos agresivos y más humanizados como ya existen a la entrada del mismo complejo o en las instalaciones deportivas municipales próximas.

No obstante a todo ello, la solución definitiva que creemos más adecuada, aunque también somos conscientes de que resultaría menos factible a corto plazo (sobre todo teniendo en cuenta la actual coyuntura económica), sería trasladar la totalidad de las instalaciones a un emplazamiento fuera del núcleo urbano como ya se hizo con otras dependencias militares (Castrillo del Val) o como ocurre con otros clubes de carácter recreativo ubicados a las afueras de la ciudad (Club de Tenis, El Soto, etc.).

Tanto en la adopción de una solución como de otra (puede que una más factible y otra a más largo plazo), la iniciativa debe en cualquier caso partir del "Ayuntamiento" en su convencimiento de la problemática que supone la persistencia en su emplazamiento y fisonomía actual de la Deportiva Militar y de los inconvenientes que suponen para la correcta articulación de la ciudad en general y de los barrios de Gamonal y Capiscol en particular.

Así pues, desde aquí instamos al Ayuntamiento de Burgos a que inicie las gestiones con el Ministerio de Defensa, de la misma forma a como ya se realizaron anteriormente para otros casos, con el fin de buscar parcial o de forma integral una solución a una situación que desde hace décadas debiera de estar ya resuelta para el beneficio de toda la ciudadanía; salvo por el posible motivo que “no” se nos escapa de que la Deportiva Militar (preferiblemente con el mismo esplendor con el que la conocemos hasta ahora) pudiera ser precisamente destino accesible y predilecto por parte de los mismos que han venido hasta ahora dirigiendo el Ayuntamiento, sus más queridos familiares y entrañables colegas.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La Ciudad deportiva de Gamonal, episodio de la militarización de Burgos en la posguerra (V)

Artículo de Luis Castro
Profesor de historia , escritor y
ex-concejal del ayuntamiento de Burgos por IU.

Los reportajes de Burgosdijital reflejan bien con sus fotos y comentarios la aberración que supone la Ciudad Deportiva Militar en términos urbanísticos y sociales: el uso privativo y acotado de amplios terrenos de ocio junto a Gamonal, barrio masificado sin apenas espacios públicos; el estrangulamiento de la comunicación de esta zona con el centro urbano y con el pulmón verde de Fuentes Blancas; la soberbia falta de respeto a los vecinos y a la más elemental racionalidad urbanística. Es cierto que, cuando se construyó, la Deportiva ocupaba una tierra de nadie alejada de la ciudad e incluso de Gamonal, que era un minúsculo arrabal en torno a la iglesia de la Antigua. Pero parece increíble que a lo largo de cincuenta años, cuando la instalación ha resultado una especie de quiste urbanístico cada vez más infecto, no se haya abordado alguna solución o paliativo, como si los asuntos que tienen que ver con el ejército siguieran siendo tabú, al igual que en tiempos de la dictadura.

Pues no se trata solo de la Deportiva, si hablamos de las instalaciones militares ubicadas en Gamonal y sus alrededores (como refleja el plano de Infoburgos). Estas campean por los cuatro costados de este atribulado barrio, ejemplo de “explotación urbanística rayana en la barbarie”, al decir del urbanista Chueca Goitia. Hay que hablar también de la cercana residencia de oficiales (“solteros”, se dijo inicialmente, pues los que tenían familia iban a la contigua barriada militar), de la Academia de Ingenieros con el anejo Parque de Intendencia, del Gobierno Militar y de la ampliación de 30 hectáreas de los aeródromos de Gamonal–Villafría, cuyas pistas fueron operativas durante la Guerra Civil gracias a la Luftwaffe y se usaron para bombardear el País Vasco y Cantabria. Sin olvidar la larga persistencia de instalaciones castrenses anteriores: el parque de automóviles de Capiscol, el cuartel de Intendencia “Capitán Mayoral” y algún almacén de pólvora. (No muy lejos estaban los campos de tiro y maniobras de Vista Alegre y de Santimia, que sirvieron como lugar de fusilamientos durante la Guerra Civil).

La mayoría de estas instalaciones fueron obras de nueva planta propiciadas por Juan Yagüe durante su largo mandato como capitán general de la VI Región Militar (1943-1952), siguiendo directrices del propio gobierno de Franco.  “Hay que dotar a la ciudad –decía en 1945– de unos servicios de los que estaba necesitada en el orden castrense: residencias y viviendas, además de instalaciones deportivas que, con carácter cívico-militar estén prioritariamente al servicio de las necesidades del ejército (cuadros y unidades)”. La Ciudad Deportiva no estaba concebida para adiestramiento de tropas (y en esto corrijo un poco el reportaje de Burgosdijital ), sino para el mantenimiento físico de oficiales y suboficiales, en sintonía con la mentalidad del nazismo, para el que el soldado era o debía ser el exponente más refinado de la raza, tanto en lo físico como en lo espiritual. Yagüe, como ministro de aviación (el primero que tuvo Franco), había visitado la Alemania nazi y visto de cerca cuáles eran las pautas de la Luftwaffe y de la Wehrmacht a ese respecto.

La Deportiva se diseñaba también dentro de ese espíritu clasista y señoritil que tanto gustaba a los militares españoles de otras épocas; de ahí que inicialmente no solo se discriminaba a los civiles en ella, sino que las instalaciones de los oficiales estaban separadas de las de los suboficiales (lo mismo que las viviendas militares contiguas).  De ahí también las anacrónicas competiciones hípicas, cuando los caballos hacía tiempo que habían perdido la batalla ante los carros de combate. ¿Qué importaba que la Deportiva invadiera un cauce molinar y varios caminos locales?  Se trataba de lograr un ambiente ”distinguido”, cosa que sin duda se conseguía sobre un trasfondo social de muertos de hambre y rojos escarmentados.

Es necesario recordar el contexto histórico de la época para entender el trasfondo de esa militarización del territorio burgalés, que se remonta al siglo XVIII, cuando la ciudad fue “designada” como capital militar (por no recordar las fazañas y guerras civiles medievales). Conviene saber que Franco, de la misma promoción que Yagüe, había sido nombrado en Burgos, seis o siete años antes, Jefe del Gobierno y del Estado, Generalísimo de los tres ejércitos, capitán general y Jefe Nacional de FET de las JONS. Tanto Yagüe como Franco mantuvieron una especial relación con la “capital de la Cruzada”, cuyas fuerzas vivas habían acogido al llamado Movimiento Nacional con especial entusiasmo y luego albergado y sostenido la mayor parte  de las altas instituciones del Nuevo Estado (todas no, pues no cabían), empezando por el Cuartel General y la residencia oficial del flamante Jefe de Estado y Caudillo.

La situación del país en 1939 hubiera exigido por parte del Nuevo Estado una atención prioritaria a la reconstrucción de las infraestructuras, a las necesidades básicas de la población civil y, en lo posible, a paliar los terribles desgarrones en la convivencia de la sociedad española. Pero en esa época la dictadura no pudo ni quiso atender como debía esas exigencias, ya que seguía en pie de guerra y vigilante frente a sus enemigos interiores y exteriores. Resulta dolorosamente significativo que el primer Desfile “de la Victoria” se celebrara el 19 de mayo de 1939, la misma fecha en que aparecía en el Boletín Oficial del Estado el decreto de racionamiento de recursos básicos, que se prolongó hasta 1952. Esa fue, en esquema, la antinomia con la que tuvo que bregar el pueblo español durante lustros: una dictadura militar “ostentórea” y opresiva, por un lado, y la penuria y el hambre, por otro. El estado de guerra siguió operativo en España hasta 1948 y buena parte de los militares profesionales de la contienda siguió en nómina (entre ellos el 90 % de los alféreces provisionales), creándose además la Policía Nacional y los Tribunales de Responsabilidades políticas y de Represión de la masonería y el comunismo.

El contexto internacional tampoco invitaba a bajar la guardia. Hacia 1943 las cosas se estaban poniendo muy difíciles para el Eje Roma-Berlín en la II Guerra mundial, y en más de una coyuntura el régimen de Franco temió que su previsible derrota les arrastrara al basurero de la historia. Sin embargo, Yagüe, que era un “echao pa’lante”, como se dice vulgarmente, no descartaba una intervención española en el conflicto.  Algo de eso podemos ver en este pasaje de su discurso de toma de posesión como capitán general: “Preparaos y preparad a vuestros hombres, físicamente, técnicamente y, sobre todo, moralmente, para estar en todo momento dispuestos a lanzar si fuera preciso el Arriba España que levante nuevamente  en vilo a los españoles (...) Sé también que, si sonase el clarín, formaríais en filas con el mismo entusiasmo que en el año 1936, y una vez más enseñaríais al mundo de lo que son capaces los hombres de España”.

En el plano interior, los trabajadores eran mirados aún con desconfianza (de ahí que las barriadas obreras, como Illera y Yagüe se localizaran lo más lejos posible del centro) y la actividad guerrillera, si no un peligro, fue una fuente de preocupación, al menos durante los años de la II Guerra Mundial y tras la derrota de los fascismos.

Cuando Franco se despidió de Burgos, en octubre de 1939, prometió a las autoridades locales un futuro de desarrollo industrial como premio a sus sacrificios durante la guerra. Pero no estaba el horno para demasiados bollos en ese momento y el único “premio” que hubo –así se presentó el asunto– fue la concesión de la academia de ingenieros. Aunque en la inmediata  posguerra se implantaron en la ciudad empresas de cierta envergadura (la Sedera, INDUPISA, Campofrío, la FNMT, etc), pronto se decantó el crecimiento urbanístico hacia lo castrense, respondiendo a ese contexto histórico que hemos apuntado, a la vieja inercia de ciudad cuartelaria y a la concepción de las fuerzas armadas como controladoras del territorio y de la población civil, algo propio de regímenes dictatoriales. Como ocurriera en el siglo XIX, las fuerzas vivas locales consideraron que, mientras llegaba el tren de la industrialización, cabía basar la prosperidad y el prestigio de la Cabeza de Castilla en su proyección como base militar de envergadura.

El plan de ordenación urbana encargado por el ayuntamiento al ingeniero José Paz Maroto en 1943 respondía a esa idea. Identificaba  la expansión de la ciudad con un ensanche moderno situado al este del casco histórico consolidado, en la zona de las Calzadas y los Vadillos. Para su plasmación eran necesarios, entre otras cosas, el encauzamiento de los ríos Pico y Vena y el traslado de los viejos cuarteles regimentales de la calle Vitoria y sus alrededores (no muy lejos estaba la casa cuartel de la Guardia Civil). Estos irían desplazados a una gigantesca área militar que se preveía al este de la ciudad, ocupando la mayor parte del término de Gamonal –entonces aún no anexionado– desde la Barriada Militar, ya parcialmente construida, hasta los aeródromos de Gamonal-Villafría, a lo largo de unos seis kilómetros longitudinales Allí había terrenos más que suficientes, cuando la palabra especulación aún no figuraba en el argot de los constructores cuatreros, tan característicos del panorama social posterior.

Es cierto que estos planes no se realizaron en su integridad (¿cuándo se han cumplido los planes urbanísticos en la ciudad del Juicio de la Construcción?), pero marcaron en buena medida ese destino castrense que hemos señalado para Gamonal (y que caracteriza también al conjunto de la ciudad hasta los años sesenta). Luego vino otro problema: al no cumplirse el plan Paz Maroto en esa zona, ni haber una orientación alternativa para el desarrollo urbanístico de Gamonal en los años decisivos de su militarización y de su industrialización (desde los años 40 a los 70),  la construcción de grandes edificios residenciales respondió casi únicamente a los intereses crematísticos de propietarios de suelo y constructores, con el desastroso resultado que tenemos a la vista. En esa época está el origen del Gamonal actual: cuando se integró en Burgos (1955) y multiplicó vertiginosamente su población (de unos 2.000 habitantes a más de 30.000). Como diría el entrañable Virgilio Mazuela, “a Burgos le ha salido un bulto en un costado, a modo de tumor disforme, al convertirse un pueblo, un grupo de casitas dignas y acogedoras, en un barrio improvisado”. Con los cuarteles y la deportiva a un lado y el polígono industrial –gran dispensador de puestos de trabajo en los años del desarrollismo– al otro, Gamonal bulle como una colmena creciente “... y hoy es el día en que, –añadía Virgilio– con casi 50.000 almas, anda buscando una identidad dentro de esa cultura de aluvión, hija de distintos padres y de distintas circunstancias”.  Virgilio no residía en el barrio, pero lo conocía bien, por sus amigos y sus reuniones en el Ateneo Popular; podía testificar también que, al menos, los vecinos y sus asociaciones plantaban la cara y luchaban cuando los agravios eran demasiado abusivos (av. Eladio Perlado, 6º instituto, etc).

Por lo que se refiere a las instalaciones militares de la época de Yagüe, no solo hacían falta terrenos, que el ayuntamiento era propenso a ceder gratuitamente –incluso en el caso de que hubiera que comprarlos–; había que urbanizar, dotar de accesos, construir los edificios, amueblarlos, sostener sus gastos ordinarios... En circunstancias normales, todo ello debería haber ido a cargo de las arcas del Estado, pero no fue así en este caso, algo que, por otro lado, tampoco resulta especial dentro de las ciudades sostenedoras de grandes infraestructuras militares (por ejemplo, las sedes de las capitanías generales). No podemos dar demasiados detalles, pero podemos afirmar que todo ello supuso una gravosa carga para las arcas locales, muy castigadas ya durante los años de la guerra, y debió de redundar muy negativamente en los planes de rehabilitación de la ciudad y en sus servicios asistenciales, justo en el momento en que eran más necesarios.

Sólo a título ejemplo diremos que en 1939 el presupuesto del Ayuntamiento de Burgos rondaba los 3,5 millones de pesetas, la tercera parte del cual se iba en amortizar una deuda que se había multiplicado durante la guerra. Pues bien, en esa situación los ediles se apresuran a negociar un préstamo con la Caja de Ahorros municipal de 1.100.000 pesetas para financiar la construcción de la Academia de ingenieros. Paralelamente, la asignación de casa baratas pasó de 10.000 a 50.000 pesetas, lo cual nos da una idea de cuáles eran las prioridades del momento. Es cierto que el régimen construyó barrios de casas “ultrabaratas” (así se llamaban oficialmente), como los de Yagüe e Yllera, pero muy lejos de las que se necesitaban. No llegaron a 1.000 viviendas en esas dos urbanizaciones, siendo así que hacían falta más de 2.500. 

Y es que en Burgos, a pesar de haber sido “capital de la cruzada”, la cosas no iban mucho mejor que en el resto de la “España nacional”. Hacia 1940 el 60 % del parque de viviendas de la ciudad eran “sórdidas” y se hallaba en malas condiciones (falta de sanitarios, agua corriente, etc.), según el arquitecto municipal, el falangista José Luis Gutiérrez. La miseria era tal que en algunos barrios periféricos, sobre todo al sur del río y en San Pedro de la Fuente, la mortalidad infantil superaba el 150 por mil. Algunas familias vivían en cuevas y tugurios del extrarradio, periódicamente visitados por la policía. A pesar de todo, las autoridades locales se afanaban dando prioridad a las obras militares y prodigando actos y monumentos laudatorios del Nuevo Estado y de sus caudillos. La compra del Palacio de la Isla por el ayuntamiento y la diputación de Burgos para obsequiar a Franco es un ejemplo señero de esa actitud servil. Pero no podemos extrañarnos de ello, viendo la nómina de los personajes políticos locales de esa época.  ¿Qué crítica o reserva ante los planes oficiales podían hacer los alcaldes Florentino Martínez Mata o Aurelio Gómez Escolar, ambos “camisas viejas” falangistas, a un Yagüe, carnicero de Asturias y de Badajoz, miembro del Consejo Nacional de Falange y uno de los pocos que alguna vez había sacado los pies del tiesto franquista sin que ello le costara la vida?, ¿qué podía decir el entonces teniente coronel Carlos Quintana –sucesor de Gómez Escolar en la alcaldía– a su capitán general cuando este le reprochaba con malos modos su poca atención a las obras militares, él, que ya había sido servidor de la dictadura de Primo de Rivera y luego juez especial en los consejos de guerra y primer gestor de las Comisiones de incautación de bienes?, ¿qué objeciones técnicas podía poner el arquitecto municipal, camarada José Luis Gutiérrez, quien había pedido días de permiso en julio del 36 para dedicarse al “Alzamiento”?, ¿qué podía alegar un Honorato Martín Cobos, presidente de la Diputación Provincial, cuya hoja de servicios al régimen comienza siendo enlace de la guarnición de Burgos con el general Mola, director de la conspiración?, ¿qué, en fin, un Alejandro Rodríguez de Valcárcel, gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento, que inició su cursus honorum en la “batalla de Pancorbo” (en la que un grupo de falangistas y guardias civiles acorraló en la Casa consistorial a algunos vecinos armados de escopetas) y lo terminó tomando juramento a Juan Carlos I como rey, siendo él presidente de las Cortes franquistas? Todos ellos habían colaborado decisivamente en la gestación de esa criatura monstruosa que ahora les seguía exigiendo sacrificios patrióticos, siempre a la espera de algún reconocimiento más sustancial que los títulos honoríficos, los milenarios de Castilla o las periódicas estancias del Caudillo en el palacio de la Isla.

Ese es el contexto histórico de las instalaciones militares del Burgos de la posguerra. Pasan los años, y ya a finales de siglo viene el momento de la desaparición de las capitanías generales y de la desafección de muchas dependencias militares por todo el territorio nacional. Es la época de los convenios de los ayuntamientos con el Ministerio de Defensa. O, mejor dicho, con la Gerencia de Infraestructuras, que actúa con un criterio siempre –o casi– aplicado a rajatabla: las enajenaciones de terrenos militares siempre serán onerosas. Dicho en plata: que esos solares, en su mayoría cedidos al ejército en otros tiempos gratis et amore (amor a la Patria, claro), carecen de derecho de reversión, no vuelven sin cargas a la institución que los cedió, sino que son objeto de una tasación según los valores de mercado y vendidos al mejor postor. De ahí que los solares del parque de automóviles se vendieran como si hubiera petróleo debajo de ellos, de ahí la astronómica cifra que el ayuntamiento hubo de pagar (en incremento de aprovechamientos urbanísticos) por la recuperación del aeródromo de Gamonal. Sin embargo, la literatura oficial habla de la “cesión” del aeropuerto al Ayuntamiento, que luego lo transfiera al Estado (AENA).

Pero, al parecer, la Deportiva Miliar no se desafecta, sino que sigue dando un agradable servicio de esparcimiento y relax a la guarnición posmoderna y a sus amiguetes. En su momento, hace bastantes años, el que suscribe propuso obras de remodelación de la Deportiva que, al menos, paliaran esa aberrante situación que hemos descrito. Por ejemplo, la prolongación de la calle San Bruno hasta Fuentes Blancas, o la de Villafranca (calle que, por cierto, puede ser considerada como tramo del camino de Santiago entre los montes de Oca y Burgos), eliminando las caballerizas. Todo con el fin de facilitar la conexión del barrio con los paseos y frondas de Fuentes Blancas y del Arlanzón. Del mismo modo se planteaba la prolongación de la avenida de Obdulio Fernández, que viene a morir ignominiosamente ante las tapias de la Comandancia de Obras. Y tantas otras cosas. Está de más decir que estas propuestas recibieron la callada por respuesta. Pero quizá lo peor de todo es que el tema de las relaciones del ayuntamiento con el ministerio de Defensa en torno a cuestiones urbanísticas nunca fue objeto de debate público, de modo que los acuerdos y convenios solo eran conocidos por la opinión pública cuando ya se habían firmado. Eso está en el haber de los partidos mayoritarios, PP y PSOE, así como de la inefable SI, tantos años liderada por el inolvidable Peña.

No está mal que el asunto salga ahora a la calle; más vale tarde que nunca, aunque la tardanza en abordar los problemas casi siempre deriva en su agravación.
Pero ojalá me equivoque en esta ocasión.

Luis Castro

jueves, 6 de octubre de 2011

A vueltas con la Deportiva militar (IV)



Como ciudadanos nos preguntamos, una vez más, si la situación de la Ciudad Deportiva Militar insertada como un quiste dentro de la trama urbana de la ciudad de Burgos es un hecho aislado o bien se produce en otras localidades de España. Tras un rápido análisis podríamos decir que la respuesta se queda entre el sí y el no. Nos explicamos. En todo el estado son comunes los centros deportivos o recreativos dependientes del Ministerio de Defensa para el solaz de sus empleados. Esto es común en este país e incluso tiene su normativa propia.

Ocurre también que la variedad de situaciones es significativa. Lo que parece ser particular de la Deportiva Militar de Burgos, y a tenor de los datos consultados, es la solera de estas instituciones, la calidad de las mismas, la ubicación tan céntrica, ….y sobre todo la presencia masiva de civiles. Esto sí va constituyendo una marca de la casa particular.

En las instituciones similares que hemos consultado, las instalaciones están reservadas a personal militar y en todo caso a empleados civiles del Ministerio de Defensa u organismo próximos. Nos consta asimismo que en algún centro concreto existe un convenio con el Ayuntamiento del lugar para uso de parte de las instalaciones por los vecinos del mismo, reglamentando espacios, usos y tiempos. Lo que no  parece ocurrir en ningún centro de estas características, o al menos no lo hemos encontrado, es que en instalaciones pensadas para el encuentro y fraternidad de los efectivos del Ejército, y por supuesto en espacios propiedad del Ministerio de Defensa, acudan  mayoritariamente civiles. Eso sí civiles escogidos, no cualquier tipo de civil. En este punto es donde entendemos que existe una evidente e histórica discriminación. Y no porque no creamos que haya que regular la entrada, si no en el cómo se procede a su reglamentación, marcando a los “pata negra” por elección y transmisión sanguínea, algo que tiene poco que ver con la cultura democrática y liberal: “todos nacemos con las mismas oportunidades”, que parece se profesa en nuestro sistema político y de ciudadanía. Es más, el espacio de la Ciudad Deportiva Militar pertenece al Ministerio de Defensa, o sea que es un espacio público, en ningún caso tendrían los socios, o su Junta Directiva que decidir quién es apto o no, los socios en sí nos son los propietarios, ni lo podrán ser jamás, en todo caso son los usufructuarios del recinto y de sus instalaciones.

Por tanto, llamamos a la reflexión sobre este extraordinario hecho de “privatización encubierta” del espacio público, por los propios gestores de la Ciudad Deportiva, acomodados a un modus vivendi en el que consienten el acceso a personas no vinculadas al Ministerio de Defensa para soportar los gastos de un centro deportivo que por sí mismos no podrían sostener. Creemos que esta situación debería revertirse y tendrían que examinarla con atención desde el Ministerio de Defensa hasta el Ayuntamiento de la Ciudad. Más aún cuando la misma ciudad es deficitaria en espacios deportivos, por ejemplo los que tienen que ver con la práctica del atletismo, infrautilizados en la Ciudad Deportiva. Solicitamos asimismo la devolución a la ciudad de un espacio verde, escasos en el barrio de Capiscol, como el cauce Molinar, y que poco puede aportar a la confraternización de los soldados, objetivo inicial de la Deportiva Militar.

Queremos que todos los burgaleses reflexionen acerca de este hecho que desde diferentes aspectos nos condiciona a todos y supone un lacerante menoscabo para el interés público, algo que ocurre con aparente naturalidad y que el uso y costumbre parecen normalizar, salta a la vista su excepcionalidad cuando se compara con otras situaciones similares en otros lugares de España, y cuando se profundiza en la naturaleza real de la usurpación de derechos y espacios al común de los ciudadanos.

Podemos decir que hemos contrastado con la situación en otros centros deportivos para militares ubicados en Valladolid, Málaga, Pamplona, Tenerife, Valencia, Madrid (dos, uno de ellos solo para militares de aviación), Valencia, los centros propios de la Marina y alguno más. 

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La deportiva: un problema urbanístico para Burgos (III).

La ciudad deportiva militar General Yagüe fue fundada a mediados de la década de los 40 del siglo pasado. En aquella época, los terrenos que hoy ocupa se situaban a las afueras de la ciudad.  Aún no se había urbanizado el entorno de  calle Vitoria y el pueblo de Gamonal era aún eso, un pueblo, al que le quedaban aún dos décadas para recibir el aluvión de inmigrantes del campo que marcarían su personalidad y su singularidad. Estamos hablando de la ciudad de posguerra, la capital de la cruzada. La de curas, monjas y militares. Esta tríada que ha perdido importancia relativa a lo largo de los años, sigue, sin embargo,  marcando y a nuestro juicio desfigurando el rostro urbano de nuestra ciudad. En el caso del Ministerio de Defensa, los desmesurados terrenos que ocupa, son una prueba arqueológica de la importancia pasada de Burgos como capital de región militar y un sinsentido urbanístico en nuestros días.

Con el paso del tiempo, Burgos creció, sobre todo Gamonal que llegó a albergar a la mitad de la población de la ciudad lo que provocó que  los terrenos que años antes se situaban en las afueras quedaron incrustados como cálculos renales en el plano. Hace unos días nuestros/as compañeros/as de infoburgos publicaban un artículo acompañado de una imagen de satétile en el que se podía observar perfectamente el estrangulamiento urbano que suponen la antigua Academia de ingenieros, el Parque de artillería y la Deportiva militar. La calle Vitoria fue durante muchos años el único lugar de paso entre Gamonal y Burgos y si hoy esta vía sigue siendo un problema para la vecindad por la cantidad de tráfico que soporta se debe en parte al corsé urbanístico que supone la presencia de estos espacios. Este corsé que se extiende desde el Arlanzón al Vena, ha sido confeccionado a base de kilómetros de muros, garitas y alambre de espino. Es, por consiguiente un corsé espacial hostil a los/as burgalesas.

En más de tres décadas de democracia, ni PP ni PSOE principales gestores tanto del ministerio de defensa como del ayuntamiento de la ciudad no han mostrado ningún interés por solucionar este problema. En lugar de llegar a acuerdos para realizar permutas de terrenos que pudieran rehumanizar urbanísticamente una zona tan densamente poblada, han preferido defender intereses privados y aportar su granito de arena a la especulación inmobiliaria, como ocurrió con la venta de los terrenos del cuartel "Dos de mayo".


imagen cedida por infoburgos.
Para ilustrar lo dicho hasta el momento les invitamos a dar un paseo por los alrededores de la Deportiva militar. Los/as habitantes de Gamonal y Capiscol conocen sobradamente el itinerario pero a buen seguro que muchos/as burgaleses/as van a conocer lugares inéditos de nuestra ciudad, más propios de países tercermundistas, o en conflictos armados que los de una ciudad que hasta hace unos días se postulaba como candidata a ser la capital europea de la cultura. Advertimos a los lectores fieles del Planfleto urbanístico Plaza Mayor de que algunas imágenes pueden herir su sensibilidad.

El muro que rodea la Deportiva tiene una longitud de casi 2 km.  ¿Se la imaginan en la Castellana o en Villaplar? Como se pueden suponer esta muralla constituye en sí misma un obstáculo importante para los vecinos de Gamonal y Capiscol.  Pongamos un ejemplo pedestre, un chico que viva en la Avenida de la Constitución se encuentra a 200 metros de la entrada de las piscinas municipales, sin embargo tiene que caminar cerca de un kilómetro para darse un chapuzón en las únicas piscinas a las que le permiten entrar.

La superficie total de la deportiva es de 13, 104 hectáreas, es decir aproximadamente unos 15 campos de fútbol.  Llama la atención la presencia de una pista de atletismo, dado que en nuestra ciudad sólo se cuenta con las de Purificación Santamarta eso sí en el otro extremo de la ciudad.  Estas pistas de atletismo, creemos que se encuentran totalmente infrautilizadas.



Comenzamos nuestro paseo. Esto a pesar de lo que pueda parecer, para los que no sean de la ciudad, no se trata de la frontera suiza, es la entrada principal de la Deportiva militarA pesar de ser terrenos públicos y no estar su entrada vedada a los civiles (a algunos al menos) para otros muchos burgaleses y burgalesas es más sencillo entrar a algunos países de fuera de la Unión Europea, que atravesar esta entrada cuidadosamente vigilada por los celosos guardianes de la garita.    Los jardines cuidados y el arbolado nos remiten a un  Edén privativo de militares y escogidos civiles.

Caminando hacia la entrada de las piscinas municipales, empezamos a ser acompañados/as por un majestuoso muro de unos 4 metros de altura.  Los juveniles árboles plantados después de la urbanización de los terrenos del cuartel dos de mayo, no ocultan la monotonía y la desmesura de este muro cuyo único rasgo amable es el color pastel.
Este es uno de los espacios desastrosos y típicos que genera la presencia de la Deportiva.  Esta parcela se encuentra bordeada al este y al norte por el gran muro.  Suele ser utilizado los días de partido del Autocid como improvisado aparcamiento, función que comparte con las aceras de los edificios recientemente construídos y que está provocando la queja de los vecinos del barrio.  El ayuntamiento de momento hace mutis por el foro, y se limita a poner en determinados días multas a los desesperados aficionados que no tienen ninguna posibilidad de aparcar decentemente.
Al fondo Gamonal, los edificios de la Avenida de la Constitución, realmente próximos pero obstaculizados por la Deportiva. 

Gran ejemplo de buen urbanismo.  Calle a ninguna parte. Es un auténtico culo de saco formado por la calle Cascajera y el muro de la Deportiva.  Definitivamente estas imágenes nunca salen en la revista Plaza Mayor pero dan muestra de la dejadez del ayuntamiento hacia Gamonal y Capiscol.
Como se puede observar, la incomodidad para los vecinos es evidente en la foto.  Pero acerquémonos un poco más para ver estos espacios al detalle.

Esto no es una calle de Bamako (Mali) o de una favela, es Burgos, el pasadizo de la Calle el Plantío hacia Capiscol.  Hace años el hedor de las caballerizas era francamente incómodo, hoy sigue sigue siendo desagradable .  Sabemos que el ayuntamiento conoce de la existencia de este espacio porque como se puede ver la brigada antipintadas ha pasado por aquí.  Está muy bien que nuestro ayuntamiento se preocupe por mantener limpia la ciudad para que así pueda lucir en toda su belleza. He aquí un ejemplo.
La entrada al pasadizo desde la Calle Villafranca. 
 Cuando pasamos el pasadizo nos empezamos a encontrar con alambre de espino. 

Otro espacio absurdo por gentileza de la Deportiva , en este caso se trata de una zona verde de Gamonal-Capiscol.  Lo que se ve es el cauce molinar.

La forma más inmediata de llegar a la Avenida de la Constitución desde la Calle Villafranca es mediante este otro singular espacio, que se llama Calle camino negro.  Sobran más comentarios.

Ya estamos en la Avenida de la Constitución.  Contrariamente a la zona que mira hacia el centro de Burgos o las piscinas el muro aquí aparece en peores condiciones, ahora bien, como anteriormente vemos la mano del ayuntamiento en las sucesivas manos de pintura empleadas para borrar grafitis o pintadas.

Esta tapia se encuentra en las traseras de la Avenida de la Constitución.  Volvemos a presenciar la amigable presencia para los vecinos del alambre de espino.

Entre las cicatrices urbanísticas con que agrede la Deportiva al barrio de Gamonal-Capiscol encontramos estos tres ejemplos, también situados en las traseras de la Avenida de la Constitución.  Aquí el alambre de espino se conjuga con los no menos amenazantes vidrios rotos.  ¿Por si a algún chiquillo se le ocurre saltar?  Realmente son imágenes que nos evocan, sin querer vanalizar la cuestión, a Palestina o a otras zonas en conficto, pero se encuentran en pleno centro de Burgos, ciudad que hasta hace unos meses se postulaba como capital europea de la cultura.

Finalizamos nuestro paseo cerca del edificio de telefónica. La placa nos recuerda que en ocasiones el callejero tiene resabios de humor... De humor negro porque a lo largo de esta avenida hemos sido testigos de un buen puñado de espacios con el más profundo sabor a otra época.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Beltrán y la deportiva. La Ciudad deportiva militar (II)


   

     Beltrán es un chico de Gamonal. Acaba de cumplir 14 años.  Durante los  veranos rodea los muros de la Deportiva para pegarse un chapuzón en la piscina municipal con los amigos.  Algunas veces van por la calle Cascajera pero cuando la rodean por el otro lado y pasan frente a la puerta, su cuadrilla a veces se cruza con otros chicos de la misma edad que no tienen vedada la entrada.  A veces, la atracción de lo prohibido hace que  se detenga y eche una mirada furtiva a través de los setos.

      Un par de veces ha intentado colarse con Joel, su mejor amigo.  La primera vez trataron de entrar con la bicicleta a toda velocidad pero les pillaron los seguratas o gorilas como les llama Joel, a la segunda consiguió su objetivo.  Su cuerpo menudo y ágil logró zafarse de la valla.  Lo que no logró salir indemne fueron sus bermudas.  Su madre al enterarse de lo ocurrido se enfadó mucho con él, y entre ella y Joel que le repetía una y otra vez que las piscinas del Plantío estaban mucho mejor le hicieron desistir de intentarlo más veces.

Beltrán  no sabe prácticamente nada de la Deportiva.  Sólo es consciente de los metros de muro que tiene que bordear, de lo grande que es, y que, al contrario de otros chicos de su edad, como un amigo de su primo que estudia en Campolara, él no es bien recibido.  Beltrán no sabe que la Deportiva fue un invento de uno de los mayores carniceros de la historia reciente de España, el General Yagüe para que los militares se solazaran.  Tampoco sospecha que se trata de un club privado que se asienta sobre suelo público que el pueblo de Gamonal casi regaló al glorioso ejército en tiempos del Caudillo.

      Tampoco sabe que la casta militar, con la pérdida de relevancia después de la muerte de su mejor padrino y el declive militar de Burgos, se vio en la incómoda tesitura de contar con civiles para ayudar a sufragar los gastos de tan magnas como desaprovechadas instalaciones.  Podemos decir que en un giro pseudolampedusiano los generales tuvieron que cambiar algo para que todo quedara igual.  Había que proceder a una selección de civiles.  No estaban dispuestos a permitir que las majestuosas instalaciones deportivas se llenaran de familias de obreretes.  Cada uno en su casa y Dios en la de todos, que las mezclas no son buenas, no fuera a ser que producto de la efervescencia del verano y la inconsciencia juvenil  a la niña del coronel la preñara  un cualquiera.   Un cualquiera como Beltrán. 

    Para seleccionar a los paganos nice, los militares dieron prueba de sutileza, talante democrático y siguieron un criterio con raigambre entre este colectivo:  el que les salió de los cojones.  De este modo lo que eran unas instalaciones deportivas  públicas para el entrenamiento y descanso de guerreros pasó a ser gestionado  como un cortijo particular.

Por desgracia para ellos una parte de la gente pudiente de la ciudad prefería el Soto , club privado de verdad y aún más nice, que había sido fundado en 1978 unos años antes de que la Deportiva aprobara los últimos estatutos.  Pero aún quedaba esa clase burguesa tan provinciana, que tanto anhela identificarse con las familias bien como mirar por encima del hombro a las que no lo son.  Ya se sabe que lo único que no se pega es la hermosura, pero todo lo demás sí, y además todo el mundo sabe que el frote hace el cariño.  Esa misma burguesía, a veces más quiero  y no puedo que otra cosa, vio la ocasión de escapar al dominguerismo de campo y río, o de las piscinas municipales donde cada vez acudía con más frecuencia una una plebe que empezaba a disfrutar de más momentos de ocio.  Para muchos y muchas no era lo mismo emular el moreno de Gunilla von Bismark a orillas del Arlanzón que en el Solarium de la Deportiva, o tirar de fiambrera y parrilla al lado del Arlanzón que comer en el restaurante de la Depor, al lado de la familia de un político, un empresario, o un oficial del ejército.  Hasta se podían hacer negocios, y si no relaciones.  Siempre se puede colocar al niño o la niña y más si están en edad de merecer.  Esa clase no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad que les brindaban los uniformados a pesar de ser relegados de la dirección del club y en el fondo ser unos subalternos.


    Una vez separada la paja del trigo gracias al compadreo miliko-burgués la otra vía de acceso al pretendido selecto club es la hereditaria porque a través de la familia no sólo se transmiten genes, también principios, alcurnia, valores, y honra.  Es decir la tan ansiada diferencia que conlleva además la preferencia. 

    Este año Beltrán, con las piscinas ya cerradas, habrá comenzado el curso.  A lo mejor en Geografía e Historia estudia a Martin Luther King o a Nelson Mandela.  Le explicarán que la división y discriminación de las personas en función de la raza, el sexo, las creencias, y el uso discriminado de los bienes y espacios públicos pertenecen a otra época y a otros lugares.  Le contarán que  somos afortunados de vivir en una democracia donde todos tenemos igualdad en el acceso a las oportunidades.  A lo mejor Beltrán no se acuerda entonces de los gorilas de la puerta de la deportiva. Quizás ni siquiera escuche a la profesora, pero puede ser que al  mirar la foto del lateral de la página imagine por un  momento que se trata de un espejo, y que él mismo tiene algo de negro, justo cuando el moreno estival le acaba de abandonar.